martes, 6 de marzo de 2012

LO ESCRITO EN LA PIEDRA PERDURA PARA SIEMPRE


No estoy diciéndoles que sean spinozistas, porque me importa un bledo. Lo que no importa un bledo es que ustedes encuentren lo que les hace falta, es decir, los autores que tienen algo para decirles y a quienes ustedes tienen algo que decirles. […] Encuentren lo que les gusta. […] Yo creo que nada es más triste en los jóvenes en principio dotados que envejecer sin haber encontrado los libros que verdaderamente hubieran amado.[1]


[1] Deleuze, G., En medio de Spinoza, Buenos Aires, Cactus, 2008, pp. 160-161.



Citas de Althusser, Louis, El provenir es largo, Barcelona, Ediciones Destino, 1992.

...al cabo de dos años de confinamiento psiquiátrico, soy, para una opinión que conoce mi nombre, un desaparecido. Ni muerto ni vivo, no sepultado aún pero «sin obra», esa magnífica expresión de Foucault para designar la locura: desaparecido. (36).

…Como él, adoraba los estudios en los que todo sucede en la cabeza, y sobre todo no en el cuerpo (53).

«Lo fastidioso es que existen los cuerpos, o peor aún, los sexos» (54).

…había advertido en mi persona la culpabilidad que me llevaba a hacerme cargo de cualquier responsabilidad que se me propusiera. …de esta manera llevé a cabo el deseo de mi madre (81).

Ignoraba entonces totalmente las delicias de la masturbación, que descubriría por casualidad, una noche, en el cautiverio, ¡a la edad de veintisiete años! (98)

En lo sucesivo no sólo me sentí no existente, sino también culpable de no existir. donde tuve que condenar, ante un público de religiosos, filosóficamente (con la ayuda de Ravaisson) el materialismo (126-127).

…la más extrema claridad de escritura, a priori y como por deducción, una disertación que se aguante y que convenza. …concebí, una idea muy poco gloriosa y respetuosa de la Universidad, que nunca me ha abandonado, ya se comprende, y que a la vez me ha molestado y servido (127).

Entonces no comprendí que la voluntad de exageración, digamos la voluntad paranoica, y la voluntad suicida eran una única e igual voluntad. 131

Entonces comprendí qué era la acción, cercana a los principios, pero muy distinta a su simple aplicación, puesto que es necesario asumir los imponderables de la coyuntura, de los hombres, de su pasión, de los enemigos y, con este fin, poner en juego unos recursos humanos muy distintos a la sola claridad y rigor de los principios. …me acerqué a las reglas que ha prescrito el único hombre que haya: reflexionado sobre las condiciones y formas de la acción: Maquiavelo (139).

…del terrible, horroroso y más espantoso de todos los aparatos ideológicos del Estado que es, en una nación donde naturalmente el Estado existe, la familia (140).

En realidad atribuí simplemente la compulsión de acumular reservas de todo tipo a las fobias de mi madre y en particular a su obsesión, más fuerte que cualquier razonamiento, de recortar todos sus gastos y acumular economías sin más motivo sensato que hacer frente a todas las amenazas posibles del porvenir, ante todo el robo (143).

Ahora me parece que sé de fuente cierta que no hay vida sin gasto, ni riesgo, y en consecuencia sin sorpresa, y que la sorpresa y el gasto (gratuito, no mercantilizado: es la única definición posible del comunismo) no sólo forma parte de toda la vida, sino que son la vida misma en su verdad última, en su Ereignis, en su surgimiento, su llegar a ser, como tan bien dice Heidegger (143).

Con el tiempo he pensado a menudo que aquella «solución» era muy propia de mí, uniendo el miedo al peligro y la necesidad absoluta de protección para obtener aquella audacia ficticia. ¡Protección! Sí, estaba protegido dentro del campo, y bajo la condición de aquella salvaguardia pude permitirme un buen número de audacias. no haber tenido …nunca ni una verdadera madre ni un verdadero padre (146).

…aquellos que hayan podido imaginarse que fui convertido al comunismo por Hélene deben saber que fue a causa de Courreges (149).

Me replegué en la filosofía, diciéndome que a fin de cuentas sólo precisaba saber hacer una disertación en regla (152).

…una muy buena amiga. Está un poco loca pero es totalmente extraordinaria (154).

Así pues, aquella hija terrible había matado por así decirlo a su padre, que la quería y a quien ella quería. Aquella hija terrible también había matado a la madre que la detestaba. ¡A los trece años! Se llamaba Émilie, era filósofa, apasionada por Spinoza y Hegel, y comunista historiadora), Hélene había aprendido de Émilie y tenía muy presente que la filosofía era vital y esencial para la política (159).

…ella decía a quien quisiera escuchar que «el Partido había traicionado a la clase obrera» y en consecuencia ya no comprendía cómo yo podía seguir en el Partido. Para ella sólo contaba en política la clase obrera, sus virtudes, sus recursos y su valor revolucionarios (160-161).

En lo que yo escribía ella encontraba el eco de su experiencia de la práctica política. En lo que ella me decía, yo encontraba como la anticipación vivida de lo que escribía (161).

No podía soportar el olor de su piel, que me pareció obsceno (163).

No fue la última vez que iba a meterme en una provocación y un callejón sin salida semejantes (165).

Hélene, siempre en aquella pequeña habitación de la enfermería, sentada en la cama a mi lado, me be~ó. Cuando ella se fue, se abrió un abismo de angustia en mí, que no se cerró jamás. 166

Y sufrí unos veinticuatro electrochoques, en días alternos, en la inmensa. Sala común. (168).

Al cabo, el tratamiento aconsejado por Ajuria tuvo lentamente éxito y, después de mucho tiempo aún, pero ya sin electrochoques, muchos meses después de mi entrada en el pabellón Esquirol, me sentí mejor, aunque siempre vacilante, pero menos angustiado, y salí del hospital. Hélene me esperaba en la puerta. ¡Qué alegría! (169).

Hélene, que se había quedado embarazada de nuestra única relación sexual, había abortado en Inglaterra (170).

…así no se salía de la familia, ni de la casta, aquella casta universitaria a la que odiaba por lo menos con tanta fuerza como Hélene (174).

…me preguntó si le había prestado dinero a Jacques (sí, cerca de trescientos mil francos de la época, más que Foucault), fue responder: no, nada. Se puede hablar con propiedad de amputación y en consecuencia de castración: cuando te suprimen una parte de ti, que faltará para siempre a tu integridad (182).

¿Qué es, pues, poder amar? Es disponer de la integridad de sí, de su «potencia», no para

el placer o para un exceso de narcisismo sino muy al contrario para ser capaz de un don, sin ausencia, residuos, ni desfallecimientos, incluso sin defecto (183).

…disponer de la potencia de ser (pensemos en Spinoza) sin estar amputado de una sola parte, sin estar abocado a compensarla en lo ilusorio o en el vacío (184).

Igual en mis «historias de mujeres». Aparte de ella, siempre he sentido la necesidad de formarme una «reserva de mujeres» y de solicitar la explícita aprobación de Hélene para consagrarme a ellas. Sin duda tenía «necesidad» de esas mujeres como suplementos eróticos para satisfacer lo que ella no podía, la desgraciada Hélene, dar de sí (188).

…(pasados tres días, por lo general y de forma inconsciente, ya me sentía cansado y aburrido… (188).

Me ofreció -también ella tenía «ideas sobre mí»compartir su vida: caí inmediatamente enfermo de depresión. y como mi trabajo no se veía muy afectado ni tampoco mis proyectos (189).

Mi miedo a ser totalmente impotente y mi deseo de ser todopoderoso (191).

Que una mujer se ofreciera a vivir conmigo (lo que implicaba que, por consiguiente, fuese abandonado por Hélene, que nur.ca podría soportarlo -según yo pensaba- me horrorizaba y me hacía caer en la depresión. 194

Me vi preso de un increíble terror ante la idea de que aquellos textos me mostrarían desnudo frente a un público muy amplio: completamente desnudo, es decir, tal y como era, un ser todo artificios e imposturas (196).

…casi no conocía nada de la historia de la filosofía y casi nada de Marx Me sentía un «filósofo» lanzado a una construcción arbitraria, muy extraña incluso al propio Marx (197).

En pocas palabras, temía exponerme a un desmentido público catastrófico. En mi temor a la catástrofe (o en su deseo: temor y deseo van insidiosamente siempre juntos), me precipité en la catástrofe (197).

…estuve muy seriamente a punto de matarme con un largo y feo cuchillo, porque mi terapeuta tardaba en hacer que me dieran electrochoques, que yo reclamaba, en una angustia sin nombre, con violencia (198).

No sabía entonces que, fuesen hombres o mujeres, no paraba hasta conseguir seducirlos y reducirlos a mi merced, a base de una constante provocación. Seducción, pero también provocación (204).

Después, se lo reprochaba terriblemente y me repetía que yo podía hacer todo lo que deseara, pero con una simple y única condición: que no le hablara nunca de mis relaciones femeninas. Ahora bien, este prudente consejo, que me daba en la calma de una razón incontestable, nunca supe o pude seguirlo (206).

…de los que cada uno, si no está ya informado, puede tomar conocimiento, aunque sólo sea leyéndome (una inmensa bibliografía en todos los países) (213).

…primer indicio. Nunca he dejado la École. Ciertamente entré con seis años de retraso, pero nunca la dejé, hasta noviembre de 1980 (214).

…tanto en el escrito como en el oral trataba la mayor parte de los temas sin saber gran cosa? Pero sabía «hacer» una disertación y disimular convenientemente mis ignorancias bajo un tratamiento a priori de no importa qué tema y, naturalmente, en el orden de una buena exposición universitaria (215).

[La vida en la École] ¡Duró treinta y dos años! ¡Treinta y dos años de reclusión monástica y ascética (mi antiguo sueño ... ) de protección (219).

Sea como fuera, ejercía una función de enseñante de filosofía, y además me sentía cada vez más filósofo, a pesar de todos mis escrúpulos (220).

Conocía bien a Descartes, .Malebranche, un poco a Spinoza, nada a Aristóteles, los sofistas y los estoicos, bastante bien a Platón y Pascal, Kant en absoluto, un poco a Hegel y finalmente ciertos pasajes de Marx leídos muy cuidadosamente. Me había hecho una leyenda sobre mi forma de aprender y finalmente saber filosofía, como me gustaba repetir, «de oídas»… Naturalmente, acabé por hacer un punto de honor jactancioso de «aprender de oídas» de esa forma, lo que me distinguía singularmente de todos mis amigos universitarios infinitamente más instruidos que yo, y lo repetía de buena gana a manera de paradoja y provocación, para suscitar la sorpresa, la admiración (!) y la incredulidad de terceros, para mi gran confusión y orgullo (221).

Porque es en el seno de una coyuntura teórica dada donde se pueden captar los acercamientos y las oposiciones filosóficas (222).

Era pues un filósofo y como tal actuaba a distancia, desde mi refugio en la École, lejos del mundo universitario que nunca me ha gustado, ni he frecuentado. Actuar de lejos, era también actuar sin meter las manos (222).

Desde un principio, , me sentí irremediablemente en una posición muy crítica, incluso destructiva en relación a la filosofía como tal (223).

En función de mi concepción del materialismo, construí todo un sistema de la filosofía como algo que no tenía objeto (en el sentido en que la ciencia tiene objetos), sino apuestas polémicas y prácticas, …una concepción polémica y práctica de la filosofía: proponiendo tesis, que se oponen a otras tesis existentes, aquel Kampf: platz (Kant) que representa en la teoría el eco del campo de la lucha de clase social, política e ideológica (225).

Los más grandes filósofos han nacido sin padre y han vivido en la soledad de su aislamiento teórico y el riesgo solitario que corrían frente al mundo (227).

…la filosofía sea lo que lo abraza todo de un vistazo (Platón: sunoptikos), que piensa el todo, o las condiciones de posibilidad o imposibilidad del todo (Kant), que se refiere a Dios o al sujeto humano, y por tanto domina «la Suma y el Resto» (fórmula de Henri Lefebvre). El dominio del Todo, y primero de sí, es decir de su relación con su objeto como el Todo: tal es la filosofía, que no es más que «la relación consigo mismo del filósofo» (Marx), Fui pues. Un filósofo claro y que pretendía ser riguroso (228).

…yo desarrollaba como teoría de la filosofía una teoría de la filosofía como dominio tanto de sí como del Todo, tanto de los elementos como de las articulaciones de estos elementos y, más allá de la esfera propiamente filosófica, un dominio a ,distancia por el concepto y la lengua (229).

…el filósofo …Se contenta con avanzar tesis sin poderlas nunca verificar en persona. …Ciertamente no propone sus tesis arbitrariamente, sino teniendo en cuenta lo que percibe o cree percibir del Todo y de su tendencia, y oponiéndolas a otros sistemas de tesis existentes en su mundo. Solo y como es natural totalmente responsable de mis actos y de sus efectos imprevisibles (230).

si todo filósofo quiere efectivamente ,transformar el mundo»: lo que no puede hacer solo sin una organización comunista pero verdaderamente libre y democrática y en estrecha unión con su base y, más allá, con los movimientos populares de masa (231).

¿Cómo no iba, en semejantes condiciones, a dar a mi pensamiento la forma abrupta de un corte, de una ruptura? (232)

Consideraba profundamente que al definirse por las tesis que proponía sin ninguna posibilidad de verificación experimental, toda filosofía era en su esencia dogmática (232).

Siempre he creído que Sartre, no comprendió nunca nada de Hegel ni de Marx ni, claro

está, de Freud.

Kojevenikov (Kojeve), no había comprendido nada, estrictamente, ni de Hegel ni de Marx (236).

Los «hegelianos» franceses discípulos de Kojeve no habían comprendido nada de Hegel. Para convencerse bastaba con leer al propio Hegel. Todos ellos se habían quedado con la lucha del amo y del esclavo y en el absurdo total de una «dialéctica de la Naturaleza» (237).

Sobre Hegel, cuando menos en Francia, todo estaba por comprender y explicar (237).

Merleau a diferencia de Sartre Rousseau, era verdaderamente un gran filósofo, el último en Francia antes del gigante que es Derrida, pero no era en absoluto esclarecedor ni sobre Hegel ni sobre Marx (238).

…y en Argentina Mari …

Guéroult una teoría estructural de los sistemas filosóficos (243).

…la Historia de la Filosofía de Bréhier, mi libro de cabecera (244).

…dos pensadores a quienes debo casi todo. Jean Cavailles primero, y Georges Canguilhem (245).

Canguilhem me apartó, nos apartó del proyecto idealista También me confortó en la idea de que la epistemología era una variante de la teoría del conocimiento, esta forma moderna (desde Descartes y Kant) de la filosofía como Verdad, en consecuencia Garantía de la verdad. La Verdad sólo está allí para garantizar en última instancia el orden establecido de las cosas y de las relaciones morales y políticas entre los hombres. (246).

Y cuando llegó la moda de la ideología «estructuralista », que presentaba la ventaja de romper con todo psicologismo e historicismo, pareció que yo seguía el movimiento. ¿Acaso no encontramos en Marx la idea no de combinatoria (de elementos cualesquiera)

sino de combinación de elementos distintos adecuados para constituir la unidad de un modo de producción? Por todas partes dentro del mundo del estructuralismo me acusaron de justificar la inmovilidad de las estructuras dentro del orden establecido, y la imposibilidad de la práctica revolucionaría, aun cuando había más que bosquejado a propósito de Lenin una teoría de la coyuntura (247).

…aquel Marx que había escrito: «La sociedad no se compone de individuos sino de relaciones», etc. …los equívocos izquierdistas de la prodigiosa revuelta de 1968 (248).

Nunca asistí a un seminario de Lacan (249).

Lacan me hacía desde lejos una especie de compañía. Aquel incidente vertió sobre mí extrañas visiones sobre las terribles condiciones del análisis y sus famosas «reglas». …con Jacques-Alain Miller, antiguo alumno mío (253).

Y cuando el decano de la facultad de Filosofía me acompañó al aeropuerto de Moscú, todo cuanto supo decirme fue: «¡Salude de mi parte a las francesitas de París!» (255).

El Partido había jugado un gran papel en la resistencia contra los ocupantes nazis (256).

…la dirección clandestina del Partido ordenó sin apelación a sus militantes responsables y en especial a los conocidos por las masas obreras y populares, responsables sindicales y políticos, alcaldes, etc., salir a pleno día, y celebrar mítines (260).

Porque la historia se decide no por la posición de tal individuo sino por los enfrentamientos de clase y las posiciones de clases (261).

…volver a Marx, …y demostrar que el materialismo dialéctico como lo entendía Stalin, con todas sus consecuencias teóricas, filosóficas, ideológicas y políticas, era una aberración total (262).

…los más sinceros, los más límpidos y los más honrados de los hombres. En pocas palabras, el deseo de tener un mundo propio (267).

…en algunas circunstancias, una dramática, las otras más bien cómicas, tuve que enfrentarme directamente con el aparato represivo del Partido. No es sólo el Estado el que posee un aparato represivo: todo aparato ideológico, cualquiera que sea, dispone de él (267).

Cuando llegó el momento de la votación, se levantaron todas las manos (Dresch no estaba allí) y vi, para mi vergüenza y estupefacción que se levantaba mi propia mano: lo sabía desde hacía tiempo, yo era un perfecto cobarde (271).

…fue en gran parte a través de las organizaciones católicas de Acción Católica como entré en contacto con la lucha de clases y en consecuencia con el marxismo (274).

De acuerdo. Fuera lo que fuera, tuve muy claramente la sensación de que dejaba de ser creyente en función de una incompatibilidad impresionante entre mi fe y mis deseos sexuales (276).

…el pensamiento originario y por tanto definitivo de Marx, eran completamente feuerbachianas (277).

…propiamente, bajo otras especies evidentemente, la anticipación de la teoría freudiana de la retroactividad: … no leí El Capital hasta los años 1964 y 1965, en el curso del seminario que desembocaría en Para leer «El Capital» (278).

Trabajamos sobre el texto de El Capital durante todo el verano de 1965. Y al principio de curso fue Ranciere quien, para nuestro alivio, aceptó estrenar las sesiones. Habló en tres ocasiones durante dos horas con una precisión y un rigor extremos. Aún me digo que sin él nada habría sido posible (279).

Descubrió que Ranciere le había «robado» su concepto personal de «causalidad metonímica». Ranciere sufrió muchísimo por tal imputación. ¿Acaso los conceptos no son de todo el mundo? (279)

…«causalidad estructural», expresión que nadie había empleado y que por tanto me pertenecía totalmente (280).

Así, cuanto más me adentraba en Marx, más filosofía leía, y más me apercibía de que Marx había pensado, sabiéndolo o no, en pensamientos de gran importancia en los autores que le habían precedido: Epicuro, Spinoza, Hobbes, Maquiavelo (parcialmente a decir verdad), Rousseau y Hegel (282).

…pienso que mi cuerpo deseaba profundamente tener una existencia propia. … en este período exultante fue cuando reconocí al fin, y al fin me fue reconocida, la existencia de un cuerpo (285).

Cuando «encontré» el marxismo me adherí a él por mi cuerpo. …porque me permitía… poder vivir… (287) …en lo sucesivo también aquella relación física en el pensamiento mismo. En el marxismo, en la teoría marxista, encontraba un pensamiento que tenía en cuenta la primacía del cuerpo activo y trabajador sobre la conciencia pasiva y especulativa, y consideré aquella relación como el materialismo mismo (288).

No fue por azar que pensara, dentro del marxismo, toda categoría bajo la primacía de la práctica ( 288).

Ahora bien, aquella fórmula, «pensar es producir», ya se encuentra en Labriola.[1]

Pero antes de llegar a Marx mismo, tengo que hablar del rodeo que di a través de Spinoza, Maquiavelo y Rousseau: fueron mi «camino real» hacia él (289).

…(para mí, la teoría del primer género era sencillamente el mundo, es decir la inmediatez de la ideología espontánea del sentido común). Y en especial había encontrado en el Tratado teológico-político, el ejemplo más sorprendente -no es casual que Hegel considere a Spinoza «el más grande»- (289).

Spinoza había alcanzado una prodigiosa conciencia de la naturaleza de la ideología. (290 ).

Nada más materialista que este pensamiento sin origen ni fin. Más adelante sacaría mi

fórmula de la historia y de la verdad como proceso sin sujeto (291).

Pero lo que seguramente me sorprendió más, es la teoría del cuerpo en Spinoza. … Más adelante encontraría allí la anticipación sorprendente de la libido freudiana, así como la teoría de la ambivalencia: sorprendente cuando pensamos que para Spinoza, para dar un único ejemplo, el temor es lo mismo que su contrario la esperanza, y que las dos son «pasiones tristes», contrarias al conatus vital, todo expansión y alegría, del cuerpo y del alma, unidos como uña y carne (292).

Tan cierto es, y Hegel lo ha dicho muy bien, que no se conoce más que lo que se reconoce (293).

…que creían que el entendimiento de los pueblos podía ser reformado a través de la reforma intelectual... (294).

…sigo profundamente unido… a la inspiración materialista de Marx.

…las exigencias elementales de un auténtico pensamiento -el rigor, la coherencia, la claridad- (298).

…me interesa todo pensamiento cuando no se contenta con palabras, cuando atraviesa la capa ideológica que nos aplasta para llegar, como por un contacto físico material (una modalidad más de la existencia del cuerpo) a la realidad totalmente desnuda. …muchos hombres honrados que tienen una real experiencia de su práctica, y de la primacía de la práctica sobre toda conciencia (299).

…que el socialismo, la transición forzada de la que hablaba Marx, es la «mierda» (300).

El dominio debe ser del proletariado. …Mantuve entonces la idea de que los «islotes de comunismo» existen desde hoy, en los «intersticios» de nuestra sociedad (intersticios, palabra que Marx aplicaba -a imagen de los dioses de Epicuro en el mundo- a los primeros núcleos mercantiles en el mundo antiguo), allá donde no reinan relaciones mercantiles. Creo en efecto -y pienso que en este punto estoy en la línea del pensamiento de Marx que la única definición posible del comunismo –si un día debe existir en el mundo-, es la ausencia de relaciones mercantiles, y por tanto de relaciones de explotación de clase y de dominación de Estado (300-1).

Si hay esperanza está en los movimientos de masas, en los cuales siempre he pensado que reside la primacía sobre sus organizaciones políticas (301).

…una forma adecuada de coordinación sin dominación jerárquica creo en la lucidez de la inteligencia y en la primacía de los elementos populares sobre la inteligencia (302).

Cuando el adversario sostiene que la partida está definitivamente perdida para él, Lenin lo ha repetido diez veces, cuando en lo alto ya nada marcha y debajo son las masas las que suben al asalto, no sólo la revolución está «a la orden del día», sino que la situación es de hecho revolucionaria (307).

…todo a causa del instinto conservador del aparato del Partido ante la espontaneidad de las masas (309).

…la permanencia en el Partido era entonces, siempre que no se ocupara ninguna función de cuadro permanente completamente aislado del mundo exterior, excepcional para procurar a los militantes una experiencia y, más aún, una formación en la política incomparables (315).

No, los «izquierdistas», al apartarse del Partido que les detestaba -no quiero excusar un ápice al Partido-, se privaron del único medio existente entonces de actuar políticamente, es decir realmente sobre el curso de la historia, que pasaba entonces por la lucha dentro del Partido. Hoy, es muy evidente, las cosas han cambiado (320).

…el advenimiento, un día, ¿pero cuándo?, de una sociedad despojada de relaciones mercantiles, puesto que tal es la definición que prefiero repetir: la del comunismo sin frase, una comunidad humana despojada de todas sus relaciones mercantiles (320).

Sólo quisiera decir aquí que lo más valioso que aprendí de Spinoza es la naturaleza del «conocimiento del tercer género», el de un caso a la vez singular y universal, del que Spinoza nos ofrece un ejemplo brillante y a menudo mal conocido en la historia singular de un pueblo singular, el pueblo judío (en el Tractatus théologico-politicus). Que mi «Caso» haya sido un «caso» de este orden, como todo «Caso médico», «histórico» o «analítico», impone reconocerlo y tratarlo en su singularidad; pero que este caso singular sea universal, resulta de las constantes repetidas (y no de las leyes verificables-falsificables al estilo de Popper) que afloran en cada caso y permiten inducir de ahí el tratamiento teórico y práctico de otros casos singulares. Maquiavelo y Marx no proceden de otra forma, en una lógica que casi ha pasado desapercibida y que será necesario desarrollar (321).

Se me hacía más y más difícil dar mis cursos Pero mis relaciones con mis amistades femeninas habían cambiado seriamente (325).

…constituir un grupo de investigación para estudiar no sólo una teoría social o política determinada, sino para reunir los elementos ampliamente comparativos sobre el tema de

la relación material aleatoria entre los «movimientos populares» por una parte y, por otra, las ideologías que se han dado o de que se han investido y, finalmente, las doctrinas teóricas que les han recubierto (327).

Naturalmente, la pregunta de cómo estos movimientos se constituyeron en organizaciones no podía dejar de hacerse a propósito de la constitución 0 de la transformación de las ideologías y de las doctrinas teóricas: estaba comprendida en ellas (328).

El proyecto estaba bien lanzado… cuando tuve que afrontar una pequeña dificultad personal totalmente inesperada, pero que provocó graves consecuencias (428).

…una melancolía aguda completamente clásica (329).

…no cesaba de vivir por la noche atroces pesadillas, que se prolongaban muy largamente en el estado de vigilia, y «vivía» mis sueños en el estado de vigilia, es decir actuaba según los temas y la lógica de mis sueños, tomando la ilusión de mis sueños por la realidad, y me sentía entonces incapaz de distinguir en estado de vigilia mis alucinaciones oníricas de la simple realidad (333).

…un cierto número de ideas que reservaba cuidadosamente en la cabeza desde hacía veinte años, sin confiarlas a nadie, tan importantes me parecían (!) (356).

…la angustia de la soledad, del abandono (357).

Sentía un terror atroz del mundo exterior (357) …a la realidad misma del mundo exterior, que juzgaba para siempre fuera de mi alcance (357-8).

Ciertamente, vivía mi hospitalización como había vivido siempre mis hospitalizaciones anteriores: como un refugio casi absoluto contra las angustias del mundo exterior.

Pero la prueba de que se puede vivir en compañía de libros en desorden, es que, hasta hoy, aún no los he podido clasificar para encontrarlos, salvo algunos, y en definitiva vivo muy bien en este desorden. Una prueba de que «todo es mental» (359).

…preguntándome angustiado: ¿y si lo volviera a hacer (a estrangular a una mujer)? como si hubieran «Captado» mi pavoroso deseo arropado de angustia (359).

…existía realmente en la Iglesia una atracción reprimida por la homosexualidad, que se explicaba por la exclusión de las mujeres (361).

…se revelaban al mismo tiempo como la voluntad de perderlo todo v de destruirlo todo: a Hélene, mis libros, mis razones de vivir, la École, a mi analista y a mí mismo (367).

…yo no era más que una existencia de artificios e imposturas, es decir realmente nada auténtico, y por tanto nada verdadero ni real (368).

…habría sido suficiente sin duda que Hélene te propinara una buena bofetada o hiciera un gesto serio para sacarte de tu inconsciencia o, en cualquier caso, para parar tus propios gestos inconscientes. Entonces todo el curso del drama habría podido cambiar. Ahora bien, ella no hizo nada. ¿Quiere esto decir que ha visto venir la muerte que deseaba recibir de ti y se ha dejado matar pasivamente? Esto no se puede excluir (372).

…lo que resulta muy molesto en este tipo de razonamiento (muy extendido porque es muy tranquilizador, se tiene en efecto una "causa" indudable) es el "por qué" que introduce una necesidad sin apelación, sin tener en cuenta la acumulación de elementos aleatorios objetivos (375).

…fantasmas siempre ambivalentes. El deseo de matar por ejemplo, o el de destruirse y de destruirlo todo alrededor de sí, siempre se dobla de un inmenso deseo de amar y de ser amado a pesar de todo, de un inmenso deseo de fusión con el otro y por tanto de la salvación del otro (377).

…depende terriblemente de circunstancias aleatorias (378).

Verdaderamente, para comprender lo incomprensible, hay que tener en cuenta a la vez los imponderables aleatorios (muy numerosos en tu caso), pero también la ambivalencia de los fantasmas, que abre la vía a todos los contrarios posibles (378).



[1] Althusser, L., El porvenir es largo, p. 288.


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