...PERDURA PARA SIEMPRE
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ENGELS Y EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD
En El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado, F. Engels escribe una historia materialista siguiendo
los trabajos del antropólogo norteamericano Lewis Morgan. Se propone remediar las
falencias de las investigaciones anteriores, que no conseguían dilucidar las relaciones
familiares y sociales, ordenándolas “históricamente de modo sucesivo”[1]. Los
trabajos de Morgan superan el punto de vista idealista de los antropólogos previos.
Su perspectiva idealista se evidencia, por ejemplo, en la creencia de que el
derecho paterno había sustituido al derecho materno milagrosamente, es decir,
por la intervención de los poderes divinos de Atenea y Apolo[2].
Los
estudios históricos y antropológicos habían distinguido tres formas familiares
(aunque no lograron establecer las causas y las relaciones entre ellas): la
monogamia, la poligamia y la poliandria. Pero, las investigaciones de Bachofen,
si bien no logran superar el punto de vista idealista, demuestran que
“en la literatura
clásica griega hay muchas huellas de que entre los griegos y entre los pueblos
asiáticos existió en efecto, antes de la monogamia, un estado social en el que
no solamente el hombre mantenía relaciones sexuales con varias mujeres, sino
que también la mujer mantenía relaciones sexuales con varios hombres, sin
faltar por ello a los hábitos establecidos. Bachofen probó que este uso no
desapareció sin dejar huellas bajo la forma de la necesidad, para la mujer, de
entregarse por un período determinado a otros hombres, entrega que era el
precio de su derecho al matrimonio único; que, por tanto, primitivamente no
podía contarse la descendencia sino en línea femenina, de madre a madre”[3].
Además, “se hallaron pruebas,
cada vez más numerosas, de que entre los pueblos no desarrollados existían
otras formas de matrimonio, en las que varios hombres tenían en común varias
mujeres; y Lubbock reconoció como un hecho histórico este matrimonio por grupos
(Communal marriage)”[4].
Esto aseguró a las mujeres “una posición social más elevada de la que desde
entonces acá nunca han tenido”[5].
Por su parte, Morgan descubre que la primitiva gens de derecho materno es una etapa anterior a la gens de derecho paterno de los pueblos
civilizados[6].
El
cuerpo principal del libro estudia la evolución de las gens y el surgimiento de los Estados en Grecia, en Roma y entre los
celtas y germanos, pero nuestro interés se focaliza en el último capítulo,
titulado “Barbarie y civilización”, donde Engels extrae las conclusiones de su
estudio referentes a “las condiciones económicas generales que en el estadio
superior de la barbarie minaban ya la organización gentil de la sociedad y la
hicieron desaparecer con la entrada en escena de la civilización”[7].
La
constitución en gens “responde por
completo a las condiciones sociales que la han engendrado”[8],
porque permite responder a todos los conflictos que puedan surgir al interior
de estas sociedades[9]. “La grandeza del régimen
de la gens –concluye Engels- pero
también su limitación, es que en ella no tienen cabida la dominación ni la
servidumbre”[10].
Engels
describe las condiciones del régimen de la
gens y señala que la primera división
del trabajo “es absolutamente espontánea: sólo existe entre los dos sexos”.
Es decir, sólo hay división sexual del trabajo pero todavía no se ha
desarrollado una división social, la
que sólo se hará posible con las tribus de pastores[11]. Según
esa división sexual, cada uno de los sexos es amo en su dominio y
“cada uno es
propietario de los instrumentos que elabora y usa: el hombre, de sus armas,
de sus pertrechos de caza y pesca; la mujer, de sus trabajos caseros. La
economía doméstica es comunista, común para varias y a menudo para muchas
familias. Lo que se hace y se utiliza es común, es de propiedad común: la casa, los huertos, las canoas. Aquí, y
sólo aquí, es donde existe realmente ‘la propiedad fruto del trabajo personal’,
que los jurisconsultos y los economistas atribuyen a la sociedad civilizada y
que es el último subterfugio jurídico en el cual se apoya hoy la propiedad
capitalista”[12].
Engels
distingue en este párrafo dos tipos de propiedad: la propiedad de los
instrumentos que responde a la división del trabajo y pertenece a cada uno de
los géneros (no de los individuos) y la propiedad de “lo que se hace y se
utiliza”, que es común a todos en el gens.
Los instrumentos de trabajo son propiedad de cada género, mientras que los
medios de producción son de propiedad común[13]. En
la última parte del párrafo citado, se contradice las tesis de “los jurisconsultos
y los economistas” (incluido Locke) que justifican la propiedad privada en el
trabajo personal. Engels sostiene, en realidad, un doble cuestionamiento. Por
un lado, el anacronismo que supone utilizar una categoría para dos épocas tan
distintas (la de una sociedad donde sólo existe una división sexual –natural,
espontánea, inmediata- del trabajo y la una sociedad donde se han desarrollado
otras divisiones –que se verán más adelante- además de ésta). Por otro lado, el
significado del concepto de ‘propiedad del trabajo personal’ cambia
completamente en un sistema y en otro. En el régimen de las gens, un individuo no tiene derecho a no
trabajar pues no existe nada parecido a la ‘libertad de trabajo’. Tampoco puede
disponer a su antojo de los productos de ese trabajo ‘personal’. La crítica de
Engels elige bien el blanco porque se dirige contra la base argumentativa de
los defensores de la propiedad privada capitalista. Sin embargo, comete un
error al sostener que atribuyan esta base ‘a la sociedad civilizada’ ya que,
como se vio en Locke, la argumentación se refiere a la naturaleza humana, es
decir, a todo hombre, y no solamente al hombre civilizado.
En el régimen
de las gens, toda la producción está
en función del consumo para la supervivencia y los intercambios de productos
son meramente accidentales. Sólo la posterior división social del trabajo
generada a partir de la domesticación de los animales en las tribus de pastores
hizo posible establecer un intercambio
regular de productos[14].
“Al principio, el cambio se hizo de tribu a tribu, por
mediación de los jefes de las gens;
pero cuando los rebaños empezaron poco a poco a ser propiedad privada, el
cambio entre individuos fue predominando más y más y acabó por ser la forma
única”[15].
En el mismo proceso “el ganado
desempeñó las funciones de dinero y sirvió como tal”[16].
Este es el momento histórico[17] (la
última etapa del salvajismo) en el que se introduce la propiedad privada
individual, vinculada únicamente a los ganados (no a la tierra[18]).
Con
los “descubrimientos industriales” y el consecuente desarrollo de los ramos de
la producción, “la fuerza de trabajo fue haciéndose capaz de crear más
productos que los necesarios para su sostenimiento”[19].
Aumentó así la cantidad de trabajo necesario para la producción y se hizo
“conveniente” recurrir a la guerra para proveerse de esclavos. “De la primera
gran división social del trabajo
nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: señores y
esclavos, explotadores y explotados”[20].
De acuerdo con Engels, en este momento histórico aparecen tanto la propiedad
privada individual, una mercancía que cumple las funciones del dinero, la
primera división social del trabajo y la primera división social en clases.
Sobre
el tránsito de la propiedad común de la tribu o de la gens a la propiedad particular o individual del padre de familia no
se ofrecen datos empíricos ciertos. Engels dice que “nada sabemos hasta ahora”[21]
sobre estos hechos, lo cual no impide que se formulen hipótesis acerca de
cuándo y cómo debió acontecer tal
cambio. Según su hipótesis, la aparición de una forma nueva de industria y de
riqueza (los rebaños) produjo “una revolución en la familia”[22],
porque el excedente generado por su propiedad pertenecía, según la primera
división del trabajo, al sexo masculino[23], y
ello alteró la primacía que la mujer tenía en el hogar. La división del trabajo
se mantuvo, pero las relaciones domésticas se alteraron por completo[24].
A
partir de esta revolución ‘pastoril’ se constituye el poder absoluto del varón, el que se consolida con la
introducción del derecho paterno (reemplazando al derecho materno más antiguo)
y de la monogamia[25] (que
reemplaza al matrimonio sindiásmico). Esta misma revolución afecta y transforma
las relaciones de la familia con la gens,
ya que la propiedad de los ganados no es común a la gens o a la tribu sino del cabeza de familia[26].
Estas transformaciones conducen a un nuevo estadio de desarrollo (barbarie)
caracterizado por el uso del hierro[27]
(espada, arado, hacha).
Los
trabajos se hicieron cada vez más especializados conforme la producción se
acrecentaba y multiplicaba sus formas. Se produce así la segunda división del
trabajo, por la cual los oficios se separaron de la agricultura. La primera
división del trabajo es natural, pues se deriva de la diferente conformación
anatómica de los sexos y de la función materna privativa de las mujeres
(engendrar, dar a luz, alimentar y criar a los hijos). La segunda división del trabajo es, en cambio, derivada de la primera,
está mediada por la primera. Esta segunda división del trabajo está directamente
relacionada con el saber hacer (arte, tekne)
y con la especialización de las funciones. “Al escindirse la producción en las
dos ramas principales –la agricultura y los oficios manuales-, nació la
producción directa para el cambio, la producción mercantil, y, con ella el
comercio”[28].
A la escisión
entre libres y esclavos se suma ahora la diferencia entre ricos y pobres. “De
la nueva división del trabajo resultó
una nueva escisión de la sociedad en clases”[29].
Engels resume las transformaciones que resultan de estos cambios en la división
del trabajo en relación con la propiedad, del siguiente modo: “La desproporción
de bienes de los distintos cabezas de familia destruyó las antiguas comunidades
comunistas domésticas en todas partes donde se habían mantenido hasta entonces;
con ello se puso fin al trabajo en común de la tierra por cuenta de dichas
comunidades. El suelo cultivable se distribuyó entre las familias particulares;
al principio de un modo temporal, y más tarde para siempre; el paso a la propiedad privada completa se realizó
poco a poco, paralelamente al tránsito del matrimonio sindiásmico a la
monogamia. La familia individual empezó a convertirse en la unidad económica de
la sociedad”[30].
A partir de
estas transformaciones, Engels describe la evolución sucesiva: densidad de
población, confederaciones de tribus, necesidad de jefaturas militares,
incentivo de la codicia y de la guerra para el saqueo (la guerra se convierte
en una industria)[31].
Engels señala que los organismos de la constitución gentilicia “dejaron de ser
instrumento de la voluntad del pueblo y se convirtieron en organismos
independientes para dominar y oprimir al propio pueblo”[32].
La causa primera de todas estas transformaciones se encuentra en “el sórdido
afán de riquezas”[33].
Todas estas
transformaciones condujeron hacia los umbrales de la civilización, en el que se
consolidan y aumentan las divisiones del trabajo ya existentes, acentuando el
contraste entre el campo y la ciudad, pero que también añaden una tercera división del trabajo, “creando
una clase que no se ocupa de la producción, sino únicamente del cambio de los
productos: los mercaderes”[34].
Esta división introduce una novedad porque ya no se trata de una clase que
surja de la producción sino que es una clase de parásitos no productivos[35] que
sólo interviene en el intercambio entre productores, “explotando a ambos”[36]. Con
esta clase surge el dinero metálico que se transforma en un instrumento de
dominio. Según Engels, esta clase improductiva es la causa explicativa de las
crisis comerciales periódicas en las sociedades civilizadas.
Las leyes
consuetudinarias de la antigua Atenas y de la antigua Roma sometieron a los
deudores a sus acreedores. Con la riqueza en mercancías, esclavos y dinero
apareció la riqueza territorial que se fue haciendo hereditaria. El suelo se
convirtió en una mercancía susceptible de ser vendida o prendada. “Así, junto a
la extensión del comercio, junto al dinero y la usura, junto a la propiedad
territorial y la hipoteca progresaron rápidamente la concentración y la
centralización de la fortuna en manos de una clase poco numerosa, lo que fue
acompañado del empobrecimiento de las masas y del aumento numérico de los
pobres”[37].
Como
conclusión, destaquemos algunos avances en relación con nuestro objeto de
estudio. A la luz de los progresos en las investigaciones históricas y
antropológicas, los resultados del derecho natural y de la economía política
evidencian su punto de vista abstracto y anacrónico (las ‘robinsonadas’
denunciadas por Marx). Mientras que estas últimas ciencias, siguiendo a John
Locke y a Adam Smith, postulan el origen de la propiedad privada en el trabajo
personal, las primeras muestran a partir de datos históricos que la propiedad
privada se origina en el tránsito de la época salvaje a la barbarie, al mismo
tiempo que se crea una mercancía de cambio (ganados) que funciona como dinero y
se produce la primera división social
del trabajo y la primera división de la sociedad en clases. Estas
transformaciones en la base económica de la sociedad explican los cambios en la
sociedad familiar (monogamia) y en el derecho (derecho patriarcal).
Estos
acontecimientos señalan un corte radical entre los sistemas anteriores y
posteriores, y muestran que la propiedad común es originaria y que la propiedad
privada no se deriva de la naturaleza del ser humano sino condiciones
históricas precisas. Todo ello es de suma importancia, pero puede hacernos
perder de vista otro dato muy significativo: estas transformaciones pusieron
las bases para una nueva división del trabajo, ya no natural sino social, en la
que juega un papel central la especialización del trabajo y el saber de los
oficios. Podría decirse que la división social del trabajo (la agricultura y
los oficios manuales) distingue el trabajo manual del trabajo intelectual,
puesto que en los oficios el valor procede del saber y no meramente del hacer. Engels
mismo señala que con esta nueva división del trabajo la producción se despega
de la supervivencia y tiene como fin el intercambio. Estos elementos
contribuyen a que el trabajo se haga cada vez más abstracto, porque el saber se
separa del hacer y el intercambio se separa del consumo para la supervivencia.
Por último,
destaquemos la evolución que sufre el valor del trabajo. Sólo en la etapa
salvaje el trabajo es algo honroso, que tiene valor y dignifica. Ya en la etapa
siguiente, en el período bárbaro, mientras la guerra, la conquista y la rapiña
se convierten en valiosas y honrosas, el trabajo se vuelve indigno y propio de
esclavos. Esto último no se va a modificar en lo sucesivo, pero el honor del
guerrero será reemplazado por la dignificación del mercader: la riqueza
(aparentemente) pacífica se contrapondrá cada vez más a la violencia de la
conquista y el saqueo. Lo que queda encubierto en esta última etapa es que la
dignificación del mercader está mediada por el saber, que caracteriza a la
segunda división del trabajo pero que está supuesta y contenida en la tercera
(creación de la nueva clase social improductiva
de los mercaderes). En la primera división del trabajo, el saber está inmerso
en la producción. En la segunda división del trabajo, el saber se separa de la
producción pero sigue siendo un saber productivo. En la tercera división del
trabajo, el saber separado pertenece a la clase improductiva. Esta abstracción
progresiva del saber es análoga a la que señala P. Drucker en el capitalismo[38]: el
saber aplicado a la producción (revolución industrial), el saber aplicado al
trabajo (revolución en la productividad), el saber aplicado al saber
(revolución en la gestión).
[1] Engels, F., El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
Barcelona, Planeta-Agostini, 1986, p. 33.
[2] Engels, F., 1986, p. 37.
[3] Engels, F., 1986, p. 37.
[4] Engels, F., 1986, p. 43.
[5] Engels, F., 1986, p. 38.
[6] Cf. Engels, F., 1986, p. 47.
[7] Engels, F., 1986, p. 270.
[8] Engels, F., 1986, p. 271.
[9] Los conflictos exteriores se
resuelven por la guerra, reafirmando a los vencedores y aniquilando a los
vencidos, sin que pueda admitirse el avasallamiento. Esta forma de organización
no existe diferencia entre derechos y deberes ni división en clases. Este
descubrimiento permite plantear la pregunta por la base económica de tal
sociedad que no admite la división en clases. Las investigaciones de Pierre
Clastres siguen esta misma línea de preguntas: Cf. Clastres, P., Investigaciones
en antropología política, traducción de Estela Ocampo, Editorial Gedisa,
1a. edición, Barcelona, 1981, pp. 111-116.
[10]
Engels, F., 1986, p. 271.
[11] “Las tribus de pastores se
destacaron del resto de la masa de los bárbaros. Esta fue la primera gran división social del trabajo” (Engels, F.,
1986, p. 273).
[12] Engels, F., 1986, p. 272.
Énfasis nuestro.
[13] La
diferencia parece clara cuando se refiere a las armas o los cacharros para
cocinar. También cuando se menciona la casa donde habitan las familias. Sin
embargo, no es tan clara cuando se piensa en los huertos o las canoas, si se
tienen en cuenta los datos ofrecidos como prueba. ¿Quiénes trabajaban los
huertos o navegaban en las canoas? ¿Quiénes administraban los frutos del huerto
o los de la pesca?
[14] Cf. Engels, F., 1986, p. 273.
[15] Engels, F., 1986, p. 274.
[16] Engels, F., 1986, p. 274.
[17] Hay
tres grandes momentos en el desarrollo de la historia: el salvaje, el bárbaro y
el civilizado. La propiedad privada se origina en el tránsito entre el primero
y el segundo. Sería como la culminación del primer momento. Si bien Engels ha
intentado utilizar el método dialéctico para comprender la naturaleza (cuando
el grado de desarrollo de lo natural previo a lo humano permite sólo una
oposición extrínseca y mecánica), ¡no utiliza este método para la comprensión
de la historia!
[18] “La tierra cultivada continuó siendo propiedad
de la tribu y se entregaba en usufructo primero a la gens, después a las comunidades de familias y, por último, a los
individuos. Estos debieron de tener ciertos derechos de posesión, pero nada
más” (Engels, F., 1986, pp. 274-275).
[19] Engels, F., 1986, p. 275.
[20] Engels, F., 1986, pp. 275-276.
[21] Engels, F., 1986, p. 276.
[22] Ibídem.
[23] “La mujer participaba en su consumo,
pero no tenía ninguna participación en su propiedad” (Engels, F., 1986,
p. 276).
[24]
Engels extrae consecuencias de esta revolución doméstica: “Esto demuestra ya
que la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán
siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y
confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado” (Engels, F.,
1986, p. 277), lo cual sólo puede desarrollarse con la gran industria.
[25] Esta revolución explicaría el
tránsito del derecho materno al paterno, pero no está claro porqué la monogamia
expresa mejor el poder absoluto del varón que el matrimonio sindiásmico, en el
que el varón no está atado a una única mujer, sino que tiene una esposa
principal, pero puede tener otras.
[26] “La
riqueza aumentaba con rapidez, pero bajo la forma de riqueza individual” (Engels,
F., 1986, p. 278).
[27] “La última y más importante de las
materias primas que representaron en la historia un papel revolucionario; la
última sin contar la papa” (Engels, F., 1986, p. 278).
[28] Engels, F., 1986, p. 279.
[29] Engels, F., 1986, p. 279.
[30] Engels, F., 1986, pp. 279-280.
[31] En este estadio de la barbarie, la
guerra y el saqueo se convierten en las actividades más lucrativas y honrosas,
al mismo tiempo que el trabajo deviene algo deshonroso y digno sólo de los
esclavos (Cf. Engels, F., 1986, pp. 280-282).
[32] Engels, F., 1986, p. 281. Análogamente,
Foucault mostrará que las técnicas de poder disciplinarias se desplazarán desde
los grupos minoritarios hacia las clases hegemónicas y finalmente al Estado.
[33] Ibídem.
[34] Engels, F., 1986, p. 283.
[35] Esta nueva clase social no
contribuye a revalorizar y dignificar el trabajo, pero adquirió una influencia
social proporcional a sus enormes riquezas, “ocupando una posición más y más
honorífica” (Engels, F., 1986, p. 283).
[36] Ibídem.
[37] Engels, F., 1986, p. 286.
[38] Cf. Drucker, P., La sociedad poscapitalista, Buenos
Aires, Sudamericana, 1996.
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